Ciclos, ciclos... se abren, se cierran, se repiten... en alguno volverás a estar y nos encontraremos.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Dopamina

De manera inconsciente... como si no supiera -que sí lo hago- que no estás, me he despertado al estirar mi mano al otro lado de la cama sin encontrarte.
Me senté de golpe, mirando tu espacio vacío.
Mis manos aprietan entre los dedos la frazada que aún conserva el aroma entremezclado de los dos.

La ventana

Hacía frío, y no se podía ver nada hacía fuera, pero de todas maneras estiró su mano para tocar el cristal, sólo para sentir ese escalofrío que se subió a su dedo índice, y recorrió su mano, su brazo, hasta su hombro, haciéndola guardar su mano otra vez bajo las sábanas. Las subió casi hasta tapar su rostro, y suspiró: había despertado demasiado temprano por la lluvia, y ya no se podía volver a quedar dormida. Volvió a suspirar, y miró la ventana una vez más mientras se incorporaba sobre el colchón, para acercarse más a la ventana, observando los primeros rayos de sol asomarse entre la neblina, y la lluvia que caía violentamente sobre el jardín.

Era una escena conocida.

La recordaba de muchas cosas, queriendo escapar, con ansiedad, suspirando de amor, con miedo, con tristeza, con profundo amor, con anhelo, con decepción, con esperanza, con inquietud, con él y sin él, con ella misma y abandonada a su completa soledad.

Volvió a tocar el cristal... esta vez resistió el frío. Ya no era su ventana, pero lo había sido mucho tiempo, al menos el suficiente.

Recordó cuando escribía ese nombre en el cristal empañado, cuando hizo esa llamada en año nuevo y fue rechazada con un silencio incómodo. También recordó ese verano perdido en estupideces, despertando tarde de unas vacaciones interminables. Recordó cuando con amargura sonreía al llegar y mirar fuera, porque lo había visto, y seguían siendo amigos. Cómo olvidar esas vacaciones en que el pequeño se sentía mal, y de una ida al médico no volvió, y ella lo esperó junto a la ventana. O como olvidar esa conversación a las cuatro de la madrugada, en que de la nada se sintió esperanzada, y correspondida por primera vez de manera concreta. Cuando volvió suspirando, y miraba los árboles mecer, sin dejar de tocarse los labios de su primer beso. También la noche que se quedó dormida con la ropa puesta, esperando que él volviera a decir que no quería que las cosas fueran así (tenía todo el delineador corrido, pero qué más daba)... Suspiró de nuevo, porque estaba llena de suspiros.


Cerró la cortina, y se levantó. Todos dormían. Incluyendo al pequeño. Arrastró los pies a la cocina, y puso el hervidor, mientras juntaba las cosas para hacerse un café, mientras volvía a recordar, que luego de un par de meses de ese último recuerdo, se había decidido a no volver amar, que era una estupidez, que no estaba hecha para esas cosas... le habían dicho que no era suficientemente apasionada... pensaba seriamente que de una u otra forma no sabía decidir si era mejor o peor que él no supiera las cosas que pasaban por su mente cuando lo veía. Había decidido no volver a amar... o en su defecto esperarlo... que él entendiera que tanto tiempo amándole no se iba a ir a la basura así de fácil. Rió. Sacó una cucharada de café del tarro y la echó en su tazón grande. Lo pensó otro poco, y le echó una segunda, de todas maneras nadie la miraba.

"¿Quién se promete esas cosas cuando te dejan volver sola en plena noche, y llorando?", se preguntó, mientras agregaba azúcar al tazón, y esperaba que el hervidor hiciera "click". "Supongo que alguien enamorada.", cada cierto tiempo le daba vueltas, aunque ya casi que por mera costumbre, porque nunca había obtenido el cierre que quería, y eso la encaprichaba, le molestaba, pero también sabía que él no era el tipo de persona que le diría lo que quería escuchar después de tanto tiempo.

Sintió un escalofrío recorrerla, después de estar mucho tiempo contenido, a pesar de obtener el mismo resultado cada vez, ya era muy tarde para corregir el viejo hábito de no usar ni calcetines, ni pantuflas para levantarse en las mañanas. Miró impaciente el hervidor, y este sonó.

Estiró su mano izquierda para tomarlo, y vio como un rayo de sol huyendo entre la lluvia, dio contra el anillo en su dedo anular, tan rápido como se reflejó el rayo en sus ojos, pudo ver el rostro sonriente de su prometido. Su respiración se detuvo unos segundos, sólo para soltar un suspiro sonriente (Sí, sonriente. De esos que no alcanzan a ser una risita, pero es un recuerdo feliz que se escapa de tu boca hecho aire).

No todo había sido tan malo. Las decisiones son tomadas por algo. Algo la esperaba tras esa pequeña ventana cerrada por el otro lado.

Tomó el hervidor y dejó caer el agua hervida hasta la mitad del tazón, para luego echarle un poco de leche. Así quedaba en la temperatura perfecta. Acercó el tazón a sus labios, y sopló brevemente. Mientras la imagen de una videollamada, junto a la misma ventana había terminado de firmar la relación de amor que no había buscado, pero que la había salvado. Que no esperaba, pero que miraba de lado con ganas y desconfianza, en películas románticas en una cuenta de netflix conseguida a la mala con un compañero de la universidad. Ahí, junto a esa ventana, se había terminado de convencer que se había vuelto a permitir amar... y había sido correspondida con una visible sonrisa, y sorpresa, y emoción, sin vacilaciones... sin vacilaciones... con todo en contra, pero sin vacilaciones.

"Fue fantástico.", pensó en voz alta, antes de dar un sorbo al café con leche. Sonrió, cerrando sus ojos, para dejarse invadir nuevamente por la imagen mental de su sonrisa, o sus labios modulando alguna canción muy cerca de su cara.

Miró hacia la mesa del comedor, y dando otro sorbo, recordó como, junto a aquella ventana él no se acababa de convencer de cómo harían todo eso de presentarse a la familia, y en dos saltos, ella había llevado el portátil a la mesa, y lo había presentado, mostrándolo a él aterrorizado frente a la pantalla, y a sus padres con la boca llena, terminando de cenar, sin saber qué decir. Todos se enojaron con ella, pero aún pensaba que había sido gracioso. Y más en el fondo pensaba en susurros que agradecía que él hubiera decidido quedarse con ella hacían casi 3 años ya, después de eso. No lo decía, no en voz alta, pero se había aterrado cuando él se enojó... mucho menos lo decía, pero aunque le gustaba molestarlo, moría de miedo cada vez que se molestaba... básicamente era lo mejor que le había pasado... Se decía a sí misma, que claramente debía ser lo mejor del planeta, si a punta de esfuerzo había logrado hacerla caer cuando estaba decidida a no amar a nadie más... estaba segura que probablemente eso también la incluía implícitamente.

Junto a la ventana también había discutido con él muchas veces, más de las que hubiera querido, pero también ahí, habían hecho las paces... también él había dormido con ella junto a la ventana, en el mismo lugar, no por llamada o en mensajes...

"Es fantástico".

Sonrió para sí misma, y comenzó a beber más rápido del café con leche, el frío que hacía no perdonaba ni eso, y ya estaba más frío que tibio.

Al final, daba lo mismo todo... daba lo mismo las veces que había llorado, las veces que había tenido tiempo... podía decir muchas cosas sobre esa casa, sobre la ventana, más incluso que recuerdos de amores tristes, sobre su depresión, sobre sus notas, sobre las peleas, todo daba lo mismo.

Todo da lo mismo, cuando aún en el lugar más lleno de malos recuerdos, la primera imagen que puedes ver ahí, es su sonrisa. La del primer te amo, y la del más reciente.

viernes, 16 de agosto de 2013

Montaña Rusa hormonal.

Estaba fastidiada. Absolutamente. Ni siquiera había que mirarla, lo adivinabas por las pisotadas fuertes sobre la alfombra, la forma en que había sonado la puerta al abrirse y chocar con el tope en el piso, y el furioso "¡¿Tú qué miras?!" dirigido al felino que se había refugiado bajo la cama, mirándola escondido.

No era su costumbre. Ella tenía horarios. Horarios definidos... ¿Por qué el mundo la estaba torturando así? No le molestaba la idea de las posibilidades, sin embargo, ¿No podían inventar algo que te dijera "Oh, sí, es lo que crees ¡Felicidades!" de inmediato?... ¿No, verdad? Había que escandalizarse toda una semana, y apenas iban tres días.

Bueno... quizás no era tan malo... Comenzaba a darle un par de vueltas, sólo para salir llorando del baño por haber pensado tan horriblemente de aquello.

Echó un par de miradas al celular, y sonrió casi con ilusión... "¿Tú que quisieras que resultara de todo esto?" Sin embargo, respuestas claras no habían de ninguno de los dos... Y en especial de él porque estaba ocupado... Llevaba días ocupado, a decir verdad... "Pero es importante"... Suspiró. "Es más de lo que puedo hacer de momento...".

Hizo una pequeña mueca entre ofuscación y de dolor, pues mientras se proponía volver a la cama el felino se colaba entre las sábanas, acomodándose a su lado sin medir sus garras. Le dirigió una corta y dulce mirada, arrebatándole los pensamientos preocupantes, y le abrazó con cuidado de no ser mordida, y se quedó dormida.

Más tarde sabría que sería todo el día tan confuso como lo habían sido los 10 minutos que habían decidido despertarla y dar vueltas.

viernes, 5 de julio de 2013

Julio

Hacía frío... por supuesto, no era novedad ni había que preguntarlo. Se respiraba. Se sentía. Congelaba hasta el aliento, y dolía al respirarlo. Pero aún así ella estaba ahí.

El bus recién se había ido, y sus manos timidamente se asomaron por debajo de la manga del chaleco, para tirar de la maleta y refugiarse en la terminal. No le había querido avisar que llegaría más temprano, se suponía que era una sorpresa, sin embargo una parte de ella la regañaba ahora "¿No podías darle una sorpresa en verano, verdad?". Bufó bajito y sonrió para sí misma... No, realmente no podía... le gustaba escuchar la voz de grata sorpresa de él por el teléfono, de todas maneras él estaba a 15 minutos del lugar... No era tan grave.

Al entrar a la terminal se quedó de pie un momento, viendo a la gente pasar... en realidad estaba muy lleno, y eso la asustaba un poco. Claro, siendo de una ciudad notablemente más pequeña, no estaba acostumbrada a su capital. Respiró hondo y giró un par de veces la argolla en su dedo anular, antes de seguir caminando a un lugar un poco más cercano a la estación del metro, y sacar el móvil justo a tiempo para contestar una llamada entrante de él. Su prometido.

- ¿Sí?
- Hola, amor, ¿Ya vas camino al terminal?
- De hecho acabo de llegar.
- Oh... ¿Y a qué hora llega el bus?
- No, acabo de llegar aquí... estoy en el metro, pero olvidé dónde tomar ésta cosa.
- ¡¿Y tú por qué no avisas?!, ¡Te vas a congelar! Ya voy, espérame.
- ¿A ti? Siempre.
- Estás loca, no te muevas... Te amo.
- Te amo.

Con una sonrisa, y una melódica risita, guardó el móvil en su bolsillo, y se sentó en la maleta a esperarlo.

Aunque no era la primera vez que estaba ahí no dejaba de parecerle curioso como la gente se movía a un ritmo casi similar en todas direcciones casi sin chocar con nadie, a pesar de que casi todos iban inmersos en sus mundos, libros, teléfonos, y pequeños aparatos. "Casi no parecen personas a ratos...", pensó brevemente, mientras su mirada impaciente buscaba solo un rostro entre toda esa gente.

Metió mano a su bolsillo a tiempo que su móvil comenzó a vibrar, aclarándose la garganta para contestar.

- ¿Amor?
- ¿Dónde estás?
- Estoy entre las escalas mecánicas... ¿Bajo?
- Eh... Sí, sólo espera un poco, estoy llegando.
- Está bien, te esperaré junto a la escalera.
- Ok... -Susurró a su oído, abrazándola por la cintura, depositando un beso en su mejilla.

Por supuesto, no lo pensó demasiado, en dos segundos se volteó para besarlo con ganas, colgándose de su cuello... por fin estaban juntos de nuevo.

Era curioso, como a pesar de siempre haber odiado el olor a gasolina y los viajes, los buses en general, las terminales de buses se habían vuelto su lugar favorito, pues albergaban las ganas de ir, de llegar pronto... cada encuentro y cada brillo en sus ojos al verlo otra vez.