Ciclos, ciclos... se abren, se cierran, se repiten... en alguno volverás a estar y nos encontraremos.

domingo, 1 de enero de 2012

Lo siento. . .

Estaba lloviendo afuera, de las típicas lluvias que caen en Concepción, granizos gigantes, que sonaban terriblemente fuertes al golpear contra las ventanas y, peor aún, las latas del techo. Claudia suspiró, ya estaba acostumbrada, por lo que se limitó a ponerse unas orejeras que más allá de abrigarle las orejas conseguían aislar un poco el ruido exterior. Estaba sentada en una silla de madera en la cocina, junto a la ventana, mientras sus manos rodeaban un tazón de té caliente, que humeaba con delicadeza destilando deliciosamente un olor a canela, sobre una mesa igualmente de madera, con detalles tallados por su hermano mayor, Manuel.

"¡Feliz Cumpleaños, mi querida Claudia! Os he traído un ramo de rosas tan precioso como lo sois vos ♥" Saludó amable a la chilena, haciendo una cortés, y a la vez graciosa, reverencia.


Rió bajo al recordar la voz del español en su mente, pero aquella risa se deformó en una mueca al recordar su respuesta en ese momento... su mano derecha fue a dar en su frente con rabia, con pena... con confusión... no lograba comprender lo que pasaba en su mente en ese momento y mucho menos ahora.


Al ver al español en el marco de su puerta, sonriendo tan afable, se puso de pie de golpe, de el mismo modo en que la sangre se agolpó en sus mejillas encendiéndolas de sopetón. "¡¿Pero qué estás haciendo?!". La había sorprendido, su rostro denotaba la sorpresa, la vergüenza, los nervios... una mezcla abismante de sentimientos encontrados. "Había pensado en traeros un pequeño obsequio, aunque claro, ni la rosa más roja es tan bella como tú, Claudita." La chica sintió como en su pecho el corazón daba un fuerte brinco, que hasta incluso le resultó doloroso, su cuerpo solo atinó a dar un par de pasos y botar de las manos del español aquél ramo de rosas al suelo. Ni siquiera se atrevió a mirarle a la cara, por vergüenza a que le viera así de sonrojada. "Vete...", "P-Pero, Claudia...", "¡Vete!". Sin otra opción ante la escena, el chico tuvo la intención  de besar su frente, como era la costumbre e irse, pero ni de eso tuvo la oportunidad. "Antonio, vete... por favor." Insistió una última vez, a lo que el español solo pudo asentir e irse en silencio.


En ese momento ni se tomó la molestia de recoger las rosas del suelo, simplemente se había encerrado en su habitación confundida por la reacción que había tenido... y es que no era aquella la primera vez que reaccionaba así; por alguna razón, jamás era capaz de aceptar las atenciones de Antonio, siempre ocurría igual, se sentía avergonzada, confundida, molesta, nerviosa... sentía aquel golpeteo en su pecho y su sonrisa entonces la llenaba de rabia... pero a pesar de aquella reacción constante, Antonio insistía en tener atenciones con ella de vez en cuando... él siempre sonreía, parecía incapaz de inmutarse ni aún por las palabras más dolorosas espetadas por la chilena, la quería mucho... muchísimo, pero ella no era capaz de verlo, para ella solo era un maldito acosador en esos momentos, alguien que gozaba con hacerla sonrojar y nada más que eso.
Suspiró pesadamente, desde la cocina podía ver en la entrada las rosas tiradas, y volvió a sentir un golpe en el pecho, "Maldita sea... qué mierda me pasa..." se dijo a sí misma. El té había perdido dulzor para ella, de modo que se puso de pie y caminó hasta el mueble para botarlo por el fregadero.
Mientras estaba en eso sonó el timbre de la puerta, que la hizo saltar de un susto dejando caer con fuerza el tazón que evidentemente se quebró en varios pedazos, de los cuales algunos fueron a dar en la mano de Claudia.
-Por la cresta... ¡Ya voy! -Gritó para luego ir corriendo a abrir la puerta, intentando aguantar el dolor de los pedazos de loza enterrados en su mano.- ...Antonio...
-Claudia, antes que nada yo... -Su vista inevitablemente se fijó en su mueca de dolor, para entonces notar las gotas de sangre que comenzaban a caer de la mano de la chica.- Joder...

Empujó la puerta sin mayor fuerza, pisando las rosas que yacían en el suelo, para tomar la mano contraria de la chica y llevarla a arrastras a su habitación y sentarla en su cama. "No te muevas." Advirtió, sin siquiera posar sus ojos en ella; estaban ocupados mientras revolvía el botiquín de primeros auxilios que estaba en el closet de la habitación. Sacó un par de cosas con prisa y se arrodilló a su lado, no sin antes encender la lamparita de noche que estaba en la cómoda.
Claudia ni siquiera había tenido tiempo de reaccionar, Antonio estaba serio, estaba preocupado y, a ella le dolía, por lo que se quedó muda nada más, observándole.
-Te va a doler... aguanta un poquito, Claudita. -Dijo el español, intentado ser suave. Tomó su mano con delicadeza y vertió algo de alcohol en la mano ajena, sujetando luego su muñeca para evitar que hiciera algún movimiento brusco que le hiciera daño.
-¡Mierda! -Se quejó, mordiendo su labio inferior para evitar más malas palabras.-
-Lo siento -Respondió con suavidad, para comenzar a quitar con unas pinzas las piezas de loza visible en la piel pálida de la chica.

Claudia se mantuvo en silencio, mientras él, con ternura y dedicación, acababa por quitar todos los cristales, curaba las heridas y le vendaba la mano. Una vez terminado en la labor, se inclinó levemente para besar el lado contrario de la mano curada, a lo que ella reaccionó retirando su mano con rapidez, frunciendo el ceño y con evidente sonrojo. Antonio rió con suavidad y se puso de pie.
-¿Es que acaso vos me vais a echar nuevamente? -Preguntó con voz suave.
-Yo no he dicho nada... -Replicó murmurando entre dientes.
-Necesito hablar con vos, Claudia. -Continuó, sentándose a su lado en la cama, mientras que Claudia sólo le siguió con la mirada, esperando que continuara hablando.- Ayer... estuve meditando en el huerto... y no he podido evitar darme cuenta de que siempre rechazáis mi ayuda, mi gentileza... ¿Es que acaso vos me odiáis?
-¡Yo no te odio! -Respondió rápidamente, mirándole con los ojos abiertos de par en par, sorprendida por semejante estupidez de pregunta.
- Heh... -Rió bajo, aliviándose.- Eso es bueno... -Dijo bajando la vista, para luego volver a clavar sus ojos verdes en los marrones de Claudia.- Entonces... ¿He de suponer, que vos me amáis? -Llevó con suavidad una mano al rostro de ella, acariciándole con gentileza.- ¿Es entonces la razón de vuestras actitudes, la vergüenza que os provoca éste sentimiento por mi?, ¿La razón de éste sonrojo, y razón de tu latir, soy yo? -Preguntó con esperanza brillante en sus ojos.-
-¡¿Tú estás loco?! -Preguntó de vuelta, separándose de golpe de la mano y del lado del español, poniéndose de pie y caminando hasta el marco de la puerta.-
-¿Entonces he hecho yo algo malo?, ¿Te he lastimado, Claudia? -Insistió, ahora con un tono notable de preocupación.-
- Já... -Rió bajo e irónicamente. Había ignorado la última pregunta, clavada en las anteriores; ¿Sería entonces esa la razón de su actuar?, ¿Tendría razón? El solo pensamiento le hizo nuevamente sentir aquel golpe en el pecho, que inevitablemente atrajo su mano a éste, y su mirada al suelo. ¿Le quería? Nuevamente ese golpe. -No... Yo no puedo. -Dijo con voz temblorosa, para luego alzar la mirada al español y volver a bajarla.- No..
-¿C-Claudia? -Se acercó preocupado a la menor.- ¿Estáis bien?
-No... -Repitió retrocediendo un par de pasos.- ¡Yo no puedo quererte! -Gritó, mirándole a los ojos, mientras de los suyos caían un par de lágrimas, que rodaron libres por sus mejillas fugazmente.
-Claudia... -Repitió su nombre, sintiendo un leve dolor en su pecho por las palabras pronunciadas por ella.- ¿De qué habláis? -Ahora su voz temblaba, pero sus piernas no, volviendo a avanzar un par de pasos hacia la chica.-
-¡Yo no te puedo querer, weón! -Gritó ahora más fuerte, retrocediendo otros tres pasos más.- No puedo... no puedo... -Dijo casi en lamento.
-¡Claudia! -Corrió hacia ella y la estrechó fuerte entre sus brazos.- ¿Por qué no podéis?, ¿Entonces si me queréis? -Insistió casi con desesperación.-
-S-suéltame... -Pidió casi pidiendo lo contrario, que la estrechara con más fuerza.- No puedo, Antonio... sería traicionar a mi gente... -Respondió más tranquila, pero aún nerviosa y con la preocupación viva en su voz.-
-Escuchadme. -Ordenó, tomando con suavidad el rostro de la menor entre sus manos, y mirándole con seriedad.- Puede que a veces sea un gilipollas, que no entienda todo, pero ¡Joder, Claudia! Estoy consciente de que lo que hice no fue lo mejor, pero ya no hay vuelta atrás, ¡No la hay!, ¿Qué no lo ves? -Cerró sus ojos, apoyando su frente a la ajena, pronunciando lo último con más suavidad.- Está mal quedarse en el pasado, y podéis odiarme si así lo queréis si es que estoy equivocado, pero yo te amo, Claudia. Yo te amo... y quiero pensar que vos también me amáis... -Claudia abrió un momento la boca para hablar, pero Antonio la interrumpió.- No puedo cambiar lo que hice... ni vos, ni yo... pero no es justo castigaros por aquello... respondedme... ¿Me queréis? -Mantuvo sus ojos cerrados esperando una respuesta.-
-P-Puedes tener razón... pero...
-¿Pero qué, Claudia?, ¡Sólo dime sí o no, me estoy muriendo mujer! ...Lo he soportado tanto tiempo... pero al menor indicio de tu querer, prometí no quedarme callado... por favor, dímelo. -Pidió casi desesperado.-
-No... no es tan fácil... -Murmuró por lo bajo.- Que no podamos cambiar la historia... no significa que se pueda olvidar... -Agregó casi con un hilo de voz.-
-Claudia... -Su voz volvió a temblar... tenía miedo; él la quería como a nadie... y era un error de él el cual los alejaba, los torturaba... aquel mismo error que los había llevado a conocerse.- Claudita... -Sonrió nerviosamente.-
-Lo siento...
-Perdóname tú... -Susurró. En ningún momento había soltado su rostro, y aprovechó esta cercanía para depositar con suavidad un beso en los labios de la chilena. Era su último recurso... comprendía que era correspondido, pero la historia no le ayudaba, solo podía empujarla a reconocer el sentimiento... y que este fuera mayor que el dolor en su memoria.-
-Anto-- ...sus labios la callaron, y abrió sus ojos de golpe, más no le detuvo. Se sintió congelada y al mismo tiempo derretida, el tiempo se le detuvo, no había nada más atrás en el, ni nada más adelante, solo el ahora. Sus ojos se cerraron lentamente y sin querer sus manos se aferraron a su ropa a la altura de su pecho, atrayéndole con suavidad, ni siquiera lo pensó, sus manos actuaron solas. Aunque poco le duró; tras su acción el español sonrió con suavidad lo que la hizo reaccionar separando aquel beso... pero solo eso, sus manos seguían enganchadas a su ropa, y su rostro se mantenía a centímetros del otro.
-Te amo, Claudia... -Insistió una vez más.- Os lo preguntaré una vez más; ¿Vos me amáis?
-Yo... -Su corazón latía a mil por hora, y le lastimaba enormemente... quería decirle que no una ultima vez y huir... pero no era capaz de alejarse de él, no ahora. Fijó su mirada en los ojos verdes del español, mordió su labio inferior y contuvo el aliento unos segundos.- Perdóname... -Dijo colgándose a su cuello, estando apenas de puntitas, para poder unir sus labios a los de él cual si fueran una pieza de rompecabezas, echa para estar juntas la una con la otra.

Antonio apenas tuvo tiempo de reaccionar, ahora era ella quien le había sorprendido, más lo agradecía con toda su alma; sonreía dichoso correspondiendo aquel beso, sentía en sus mejillas las lágrimas que caían de los ojos de la menor, y la estrecho con fuerza y cuidado entre sus brazos, alzándola levemente del suelo.
Ninguno de los dos quería separarse, aquél beso lo era todo, era un perdón, era cariño, era vergüenza y comprensión, de modo que la falta de aire fue el único impedimento en que éste fuera eterno.
Claudia le miraba avergonzada, apenada y mordía débilmente su labio inferior, mientras que Antonio, solo era capaz de sonreirle. "Te ves tan linda sonrojada", "Cállate...". No le importó, ya la conocía, y no pudo borrarle su sonrisa. La dejó en el suelo de vuelta, para poder acariciar su cabello con suavidad, casi con admiración; "Supongo que ahora no me vais a echar, ¿No es así?", "Claro que no...". Aunque su respuesta fuera cortante, casi fría, todos sus sentimientos estaban escritos en sus ojos y en sus mejillas, como un libro abierto solo para Antonio.

La abrazó con cuidado, y ella se apegó a él escondiendo su rostro en el pecho del mayor. Ambos demostraban sus sentimientos de una manera diferente, más el pensamiento que tenían en ese momento era el mismo; Por favor, ahora no me dejes ir.







2 comentarios:

  1. qué lindo, me gustó ♥ me imaginé a tomash xDDDDDDDDDDDD saludos leti c:

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  2. Tomash ná' que ver si po' xD jajaja, Loquilla ♥ Gracias ♥

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