Ciclos, ciclos... se abren, se cierran, se repiten... en alguno volverás a estar y nos encontraremos.

domingo, 26 de agosto de 2012

1

- Muchas gracias. Tenga un buen día.

Se bajó del vehículo en la misma esquina de siempre. Esperando el cambio de semáforo volvió a ponerse los audífonos, una mirada a ambos lados y cruzó la calle. El caminar pesado, la mirada baja, la música en los oídos y el mismo suspirar melancólico que la seguía cada año cuando las hojas caían tristes junto al viento de otoño.

A pesar de la hora, el frío no parecía un impedimento para las parejas y grupos de amigos que frecuentaban aquella plaza en su ruta obligada al camino a casa... y muy a pesar de la tristeza que caminaba de mano a su sombra el ambiente rebosaba calidez y romanticismo, el sol de atardecer, casi a punto de esconderse, hacía bello contraluz en las hojas de distintas tonalidades que además del delicioso sonido que hacían al ser pisadas despedían un agradable olor a tierra húmeda.

Su mirada paseó cansina por los alrededores, ¿Por qué la gente debía escoger ese día, justo ese día, para salir? Frunció el ceño con algo de molestia y escondió sus manos en los bolsillos. Sencillamente no era uno de esos buenos días de los que todo el mundo suele desearse por las mañanas. Parecía todo haberse confabulado desde la mañana en que se levantó y recordó al tomar la ducha que no había pagado el gas el día anterior, hasta ahora, que no podía sentarse a leer un rato en aquella banca favorita de esa plaza, esa junto al árbol con las hojas más preciosas, y la vista en frente de aquella pileta que funcionaba siempre puntual a esa hora, brillante con las luces de la ciudad tras de ella. No, hoy no podía. Una pareja había decidido que era el mejor lugar para hablar aparentemente algo sobre los hijos de ambos... probablemente los chicos que se ensuciaban las manos con lodo exactamente tras la banca, donde los ojos de mamá no podían ver. Relojeó los ojos... el día simplemente no podía odiarla a tal punto de que en la plaza de junto no hubiera siquiera una banca libre... no era tan bonita, pero la iluminación era mejor y no era tan concurrida. Volvió a mirar al rededor, suspiró, se acomodó la bufanda y siguió caminando.

No dio más de diez pasos cuando sintió el ruido de muchas hojas de papel siendo amontonadas seguido por un sonido hueco de madera. Miró de reojo sin la intención de fijarse en realidad qué había sido, simplemente le subió un poco más al volumen de la música sin detener el caminar. Aunque realmente no pudo dejar esa sensación de que tendría que voltearse. Un presentimiento.

Mantuvo el paso evidentemente cansado, pero firme y constante, mientras disimuladamente desconectaba los audífonos del teléfono dentro de su bolsillo para oír con claridad que sin lugar a dudas alguien la iba siguiendo, y le seguía una sonajera de entre papeles y algo más que la mantenía algo inquieta. Apenas divisó una banca en aquella plaza apresuró algo más el paso, al tiempo que sentía apresurarse los pasos que la seguían, tiró en un mismo movimiento el bolso a la banca en una vuelta que la dejó de frente, cara a cara, a un chico de cabellos castaños y ojos verdes que intentaba arrastrar con dificultad algo así como una maleta de madera de la cual se asomaban varios papeles de distintos colores que atentaban con caer al suelo... cosa que lograron con maleta y todo al ser sorprendido por los ojos verde agua de Francisca. Sus manos tiritaron impactando la maletita de madera al suelo, que aparentemente no era otra cosa más que un atril portátil, del cual varios lápices, pinceles y hojas escaparon traviesas, impulsadas por el viento. Inconscientemente la mirada de Francisca se desvió a todos los objetos que habían caído, y de igual manera, se agachó por mero reflejo a ayudarle a recoger las cosas, hasta que su pensamiento le recordó que éste chico le estaba siguiendo, apenas al congelarse en ese pensamiento sus ojos chocaron increíblemente con los  de ella misma, una delicada acuarela que la mostraba mirando fijamente hacia al frente con el reflejo de aquella pileta en sus ojos... apenas correr la mirada un par de centímetros encontró otro boceto a lápiz carbón de ella leyendo, de perfil... Alzó la mirada a los ojos verdes de aquél chico una vez más, pero sin pronunciar una palabra, silenciosa como siempre, solo frunció leve el ceño esperando alguna respuesta a lo que había visto.

- ¡S-soy Franco! -Tartamudeó, extendiendo su mano derecha a modo de saludo, dejando caer nuevamente las pocas cosas que había comenzado a levantar.
- Francisca... -Respondió, intentando parecer seria, a pesar de las carcajadas que se le habían escapado por la torpeza del chico, aunque de todos modos no correspondió el saludo de su mano. Carraspeó levemente para volver totalmente a su semblante serio.- No sé si debería preguntar... pero, ¿Me estabas siguiendo? ...eso sin mencionar...
- Los cuadros puedo explicarlos, y.. no... no te seguía exactamente... Osea, sí, ¡Pero no de una manera extraña!
- Hmm... -Echó una mirada rápida a los dibujos nuevamente, para ayudarle luego a juntar un par de cosas y enderezarse, acto que imitó él.- ¿Entonces?
- V-verás... estos dibujos tienen algún tiempo... he dibujado a esta chica desde hace años, y por un tiempo olvidé como dibujar su rostro... Eso fue un poco antes de instalarme en la plaza de la fuente a pintar... y bueno... a juzgar por tu rostro no me estás creyendo...
- No... pero continúa... -Le insitó algo curiosa por lo que escuchaba.
- Ah... -Tragó saliva y se ordenó un poco el cabello.- Pues bien, aparentemente siempre vas a esa plaza, y me ha sorprendido ver a la chica del dibujo en persona... es raro, lo sé, pero tu rostro es el mismo que siempre he dibujado, la misma mirada, el mismo perfil, las mismas facciones y he vuelto a dibujarla... o dibujarte, ya no lo sé...
- Supongamos que lo entiendo... entonces, ¿Ahora por qué me estabas siguiendo?
- ¡Ah! Es que se te ha caído esto... -Dijo extendiéndole una pulsera de perlitas algo azuladas.- ...ayer, cuando te fuiste... parecías algo triste, por lo que pensé que era mejor esperar hasta hoy, pero pasaste de largo y... bueno, he salido corriendo, ha sido algo inevitable... y... disculpa que hable tanto, es que he pensado también que me servía un poco para pensar de qué podría hablarte... una oportunidad, o algo por el estilo... pero ahora mírame, solo estoy hablando estupideces y...
- Tranquilo... respira. -Dijo con una leve mueca en los labios que intentaba ser una sonrisa al tener de vuelta aquella pulsera.
- S-sí, lo siento.
- Es curioso... Franco dijiste, ¿Cierto? -Preguntó, ahora mirando más directamente a sus ojos.
- Sí, sí.
- Vale... lo voy a recordar...  -Murmuró, sacando de su bolso una pequeña libreta en la que puso "Franco" en letras grandes y un par de notas con letra más pequeña a un lado. Al percibir la mirada curiosa del chico, soltó una leve risa de lado, y le miró de reojo.- Eh, ¿Tú me tienes dibujada y yo no puedo escribir tu nombre?
- Ah, no, no, adelante. ¿Puedo preguntar el por qué?
- Quizás sea bueno recordarlo, sólo es eso.
- Ahh... vale...
- Bien, creo que ya me iré... el viento acá pega más fuerte y no hay ganas de pescar un resfrío... -Dijo algo al aire, mientras guardaba de vuelta sus cosas en el bolso y se ordenaba un poco para irse.
- E-espera... ¿Vendrás mañana a la plaza? -Preguntó algo preocupado, y con sus ojos verdes muy abiertos.
- ¿Uhhmm? ...es probable... pero depende de si la banca que uso siempre no está ocupada. -Comentó en una leve sonrisa.
- Si quieres puedo reservártela.
- No creo que eso sea legal, pero adelante. -Aceptó entre risas.- ¡Nos vemos mañana entonces, Franco!
- Nos vemos... Francisca.

La cara de niño de Franco simplemente sonrío mientras le veía irse... es que simplemente era ese mismo rostro, la misma silueta que caminaba frente a sus ojos la que había estado plasmando siempre sobre cualquier papel, eran esos ojos, esa sonrisa... lo único que jamás había podido imaginar era su voz y su nombre, y seguramente si lo hubiera hecho no habrían sido tan hermosos como le parecían ahora.

Mientras ella seguía caminando, el sonido de las hojas bajo sus pies ya no le parecía tan molesto, un pensamiento de "Debería dejar de ser tan juiciosa con respecto a la gente" cruzó su mente al tiempo que observaba nuevamente la pulsera en su poder, y luego una mirada rápida hacia atrás, para ver a el chico de ojos verdes ordenando bien su atril para volver a la otra plaza.

Franco entonces...

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