Ciclos, ciclos... se abren, se cierran, se repiten... en alguno volverás a estar y nos encontraremos.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Esperar

Sabía que no la vería. Estaba seguro. Su maleta ya estaba en el maletero, y un montón de chicas y chicos le daban palabras de ánimos, hoy era el día en que se iría, y muchos de ellos estaban molestos pues se habían enterado por la mañana. Se suponía que tan pronto como la maleta estuviera dentro esperaría en su asiento el sonido del motor, sin siquiera mirar por la ventana más que para despedir con la vista su casa.
- Ya es hora de irnos.
- Sí, ya voy.

Se volteó una ultima vez para despedirse de sus amistades, pero tan pronto dejó descansar la vista en aquella mirada sus ojos se abrieron como plato, y su boca semiabierta. Ella no se suponía que estuviera ahí, con esa mirada decepcionada, con lágrimas en los ojos.
- A-antonella.

Ni una palabra salió de sus labios, dio un par de pasos y le plantó una bofetada en la cara. Él se quedó quieto. Se molestó, sí, pero también la había estado esperando desde hacía mucho. Esperó en silencio y sin moverse.
- ¿Para esto me pediste volver?, ¿Para ni siquiera despedirte al día siguiente?
- Pensé que no querías verme...
- ¡Dije que necesitaba pensarlo!
- La fecha no dependía de mi...
- Pero no podías mencionarlo siquiera, ¿No? -Las lágrimas acomodadas una al lado de la otra en sus ojos, sujetándose para no caer finalmente cedieron junto a su voz.
- Oye... espera... Quizás es mejor.
- La última vez que lo dijiste no fue para mejor...
- Vas a estar mejor ahora.
- ¿Y tú? Estás tan convencido de eso que ayer querías volver.
- Anto, tranquilízate... -Se acercó a abrazarla con cuidado.- Si estabas tan molesta, ¿por qué has venido a despedirte?
- No. -Le empujó débilmente.- No vine a despedirme... vine a reclamarte. ¡No me puedes romper el corazón de nuevo!, ¡No así!, ¡Deberías ser tú en mi puerta despidiéndote, y no yo aquí llorando como una estúpida otra vez!
- Shh... -Volvió a acercarse, estrechándola con fuerza entre sus brazos.
- Eres tan... -Se mordió el labio, cediendo al abrazo, ocultando su rostro contra su cuello.
- Cobarde. Sí, lo sé...
- Te voy a extrañar tanto...
- Yo ya te estoy extrañando.
- Damián... ¿No puedo hacer nada para que te quedes?
- No... pero sí para hacerme volver. Sé mi razón.
- No sabes cuanto me pesa el orgullo decir que no e irme... ¿No has sentido nunca que deseas con todo tu corazón sentir que perteneces a alguien tanto como ese alguien te pertenece?
- ¿Es eso un sí?
- Es un ¡Sí! Maldita sea, ¡sí!, te necesito. Te necesito como no tienes idea, ¡Porque no creo que se pueda amar más de lo qu--...!

No necesitó más. La emoción no le dejó ni pizca de sutileza ni delicadeza, se aferró con necesidad de su cintura y su nuca para tomar posesión de sus labios sin darle ni tiempo a tomar aliento. Porque así de intensos eran sus sentimientos, porque así de intensamente la necesitaba, porque así de intenso le hacía sentir y había deseado que se lo demostrara mucho antes. ¡Qué suaves eran sus labios!, ¡Qué sutil su manera de tomarle!, ¡Qué salado le costaba la amargura de sus miedos en cada lágrima colada entre sus labios!, ¡Pero qué dulces eran de todos modos! De igual manera ella se aferró a él, tirándole de la chaqueta, intentando acercarle más, con fuerza que no tenía, para ejercer una presión que no podía, porque el amor que le tenía no era brusco, no era a presión, no era de fuerza bruta, era de derramar sus sentimientos en cada movimiento contra la suavidad de su boca, la paciencia en cada espera antes de volver a separar sus labios, la comprensión de dejarle moverse a su ritmo un par de veces antes de envolverle nuevamente en su infinito querer. Tanto, tanto, tanto... ¿Realmente era posible amar así? Porque era eso... ya había superado las barreras del querer, que miran lastimosas y apenadas tras las barreras de los miedos, del orgullo, de la rabia... lo que sentía por él era amor. Y por primera vez realmente podía demostrárselo en aquél beso que no se atrevía a separar por nada en el mundo.
- Anto... -Suspiró contra su boca, apretándola más.- Me tengo que ir.
- ¿Eres mío? -Preguntó casi en súplica, cerrando los ojos con fuerza.
- Depende de si eres mía. -Susurró contra su mejilla, dejando un par de besos.
- No necesitabas preguntarlo ni siquiera hace un año atrás... lo soy. Absolutamente.
- ¿Me vas a esperar?
- Siempre que vuelvas.
- ¡Eres tan tierna!
- Tienes que irte...
- Lo sé...
- Te amo.
- Te quiero mucho...
- Cuidate.
- Igual tú.

Un último beso de despedida, breve, delicado, cariñoso, una sonrisa triste, secar un par de lágrimas en el otro, un último abrazo apretado y las manos soltándose de mala gana por la distancia creciente en ambos. Él sube al vehículo. Ella le espera en la acera. Sus amistades se habían ido, y los padres no habían querido molestar. El vehículo se mueve, y ella le ve irse. Ahora sólo tiene que esperar.

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