Ciclos, ciclos... se abren, se cierran, se repiten... en alguno volverás a estar y nos encontraremos.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Esa mueca.

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El día había transcurrido tediosamente lento, le parecía que había sido una absoluta eternidad y eso que apenas eran las once de la mañana. Lo sabía porque había visto al menos unas veinte veces el reloj esperando que acabara la clase para poder ir corriendo a tomar el autobús que la dejara en su hogar y poder descansar antes de tener que volver a salir... al menos la esperaría un almuerzo echo con cariño por su madre que estaba de visita.

Apenas el profesor dio por acabada la clase tomó su bolso despidiéndose con un rápido ademán a quienes la rodeaban. Sus pasos no tardaron en llevarla hasta el paradero, esquivando gente, guardias y al señor que vendía chucherías a la entrada de la institución, pero lo que sí se tardó fue el autobús, en contraste a la lluvia que parecía tener prisas y no quería esperar que la gente llegara a sus hogares, dejando caer unas alocadas chispas antes de derramarse ya decidida y absolutamente. Lanzó una mirada rápida al final de la parada pero la única parte techada se había llenado en cuestión de segundos. Suspiró, ¿Qué más daba? Ya no se suponía que tuviera que lucir bien para nadie, y quizás el único molesto sería el conductor cuando se sentara mojando algún asiento, pero se lo merecía por haber tardado.

Con esa mentalidad se cruzó de brazos y retrocedió un par de pasos para apoyarse en el pasamanos pasando a llevar accidentalmente a un chico que por reflejó la sujetó de los hombros antes que pudiera retroceder otro poco. "Lo siento", "Descuida". Apenas se volteó fue inevitable el tener que enarcar un poco la mirada para verle mejor. El chico la pasaba por varios centímetros, tez pálida, cabello rubio ceniza alborotado por la lluvia, labios delgados, rasgos suaves y una mirada algo triste... pero no fue eso lo que le hizo poner mayor atención, sino aquella mueca que hizo tras el Descuida, y quizás un "¿Estás bien?" que le pareció escuchar. Fueron solo unos segundos en que se quedó marcando ocupado hasta sacudir levemente la cabeza, y sonreír flojamente; "Perdona, estoy pensando en cualquier cosa. Gracias por atraparme". Como lo supuso ahí fue la mueca nerviosa otra vez antes de una risa nerviosa que alcanzó a divisar antes de volver a voltearse y ubicarse bien esta vez para notar que ahí venía el susodicho autobús. Al subir no pudo evitar voltear la mirada, y sintió como un leve temblor subía desde sus tobillos hasta sus hombros al descubrir que por breves segundos ese chico alto a su mirada no era él sino quien su memoria quería recordarle... y todo con esa mueca.

Se volteó nuevamente para pagar y sentarse lo más rápido para poder frotarse los ojos y despejarse. Caminó hasta el final, se sentó junto a la puerta, apoyó los codos sobre sus rodillas y dejó caer su rostro sobre sus manos con los ojos cerrados...  ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que su mente dejara de verle en todos lados?

Su mente nuevamente comenzaba a formar en la oscuridad de sus párpados la imagen de él, exclusivamente para ella, para sus latidos, para su ansiedad, para sus miedos, para su felicidad y contrastante tristeza. Le veía sentado a su lado intentando titubear nervioso las palabras de una conversación que nunca se llevó a cabo, con esa, esa mueca... que a veces temía, como a veces adoraba, porque la hacía todo el tiempo... sabía cuando aparecería, estaba segura. Generalmente tras mirar sus ojos que la esquivaban constantemente, esa mirada triste que intentaba parecer dura escondida tras un par de cristales, pidiendo a gritos que alguien quisiera entender porque estaban así, y que sólo por un breve tiempo pudo encontrar algún brillo de felicidad duradera más allá que tras una pasajera melodía de esas que le encantaban en ellos. A veces también tras una leve caricia en la mejilla o cuando se aguantaba una carcajada.

Últimamente le parecía que la perseguía... era demasiado común, que era hasta casi predecible de encontrar en cualquier chico de rasgos finos y labios delgados, y sin embargo él era la primera imagen que evocaba su mente, y en cierto modo le torturaba pues sabía que mientras más necesitara verlo más le recordaría, pero al momento de tenerle en frente, vería esa gesto y volvería a la tranquilidad como si jamás le hubiera necesitado con tanta desesperación, salvo esos leves cosquilleos en el estómago que realmente no recordaba desde cuando le hacía sentir.

Al alzar la mirada le pareció que se había quedado dormida... era eso o realmente el conductor le había tomado el pelo tardándose en pasar por ella a la universidad, pues casi estaba por pasarse de su parada, de modo que no tardó más de dos segundos en tocar el timbre para bajar, estirarse un poco y seguir caminando. "Mal día para andar con solo una playera y una camisa delgada, sin mencionar los tenis". Se acomodó el bolso sin bajar la velocidad a la que caminaba, para luego sacudirse un poco el cabello, que aunque corto se burlaba de ella dejando pasar las gotas de lluvia directamente por su cuello a su espalda y pecho. Seguramente se enfermaría.

Sin apenas haber abierto la reja de su casa chocó de frente con su madre, que entre un par de vueltas esquivándola y un muy fugaz beso en la frente le mencionó que la esperaban dentro y que ella debía correr. Alzó la ceja derecha, sin importarle que seguía bajo la lluvia mientras la veía correr con el paraguas, se dio vuelta con pereza para entrar tranquilamente a su casa, tirando primero que todo el bolso desde la puerta, para quitarse luego los tenis entrando con ellos en la mano y descalza, para dejarlos donde no mojaran la alfombra.

- Pensé que tardarías más en llegar.

Nuevamente la recorrió ese temblorcillo, de abajo hacía arriba y viceversa, pero ésta vez de una manera deliciosa, al reconocer esa voz, única, algo grave, pero no totalmente, suave... simplemente su voz. Su mirada fue directamente a encontrarse con la mirada siempre melancólica de él, ahí fue, esa mueca y esa sonrisa que también adoraba. Sonrió también y corrió a sus brazos con una calma que la inundaba, olvidando que iba empapada, que había venido casi maldiciendo ese gesto y que no lucía como usualmente se arreglaba sólo para él.

- ¡Damián!, ¡Maldito seas! -Gritó entre risas nerviosas propias y de él, abrazándole cada vez con más fuerza, mientras sentía sus brazos alrededor de su cintura.- No tienes ni idea de cuanto te extrañé. -"Y cuánto te pensé...".

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