- ¿El qué? -Respondió, mientras sus brazos iban a rodearle por el cuello, y una de sus manos se colaba entre sus cabellos para acariciarle con cuidado.
- No sé, ese miedo a perder algo que te importa... -Arrastró un poco la voz, sintiendo que se le hacía un nudo en la garganta al sentir aquellas caricias, mientras sentía que una fuerza mayor que él mismo sólo le hacía querer abrazarla con más fuerza de lo que ya estaba haciéndolo.
- Algo... pero en cierto modo no es tan malo. También significa que tienes algo qué cuidar. -Podía sentir que le costaba algo respirar por la fuerza con la que estaba siendo estrechada entre los brazos de él, sin embargo percibía preocupación en el ambiente y prefirió callar. Simplemente continuó acariciándole el cabello con suavidad, con un suspiro al borde de los labios que acabó rozando el cuello de él, seguido de un suave beso. - ¿Te preocupa algo?
- Francisca... -Intentó si quiera empezar por su nombre, pero sabía que las siguientes palabras no eran nada fáciles de pronunciar. Aspiró un poco del dulce aroma que despedía su cabello, y apenas, con una voz quebrada, intentó hablar.- ...No me quiero ir...
- ¿Irte? -La voz le tembló y un escalofrío le recorrió del todo la espalda, le sintió bajar por las piernas hasta la punta de los pies. Respiró un segundo, para apartarle levemente y afirmarse de sus hombros para mirarle fijamente a los ojos descubriendo que estaban al borde de las lágrimas.- ¿A dónde vas?
- No me mires así... no lo planeé yo... -Cada vez las palabras le dolían más, y más aún la mirada de ella con el miedo vivo en el brillo de sus ojos.
- ¡¿Dónde vas?!
- ¡Lejos, Francisca! Lejos... No me juzgues con la mirada... no tienes idea de cómo me duele...
- ¡Lejos, Francisca! Lejos... No me juzgues con la mirada... no tienes idea de cómo me duele...
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